Décimo Encuentro Internacional de Poetas en Ciudad Juárez 2015. En torno a Dolores Castro.

Del 22 al 24 de octubre.

Sede principal El Colegio de Chihuahua.

Dolores Castro

Dolores CastroDolores Castro junto con Rosario Castellanos, pertenece a la Generación de Poetas de Medio Siglo, nacidas en la década de los veinte, que empiezan a escribir entre los cuarenta y cincuenta y a publicar en los sesenta, y son las escritoras que abrieron brecha para las poetas y narradoras que venían a la saga.

Dolores Castro nace en la ciudad de Aguascalientes el 12 de Abril de 1923, y cuenta con una amplia producción literaria entre la que se incluye novela y ensayo, pero sobre todo poesía.

Como persona, Dolores Castro es un ser humano extraorinario que ha conquistado muchos amigos y afectos a lo largo de su carrera literaria que ha atravesado el siglo XX.

Poeta y narradora, Dolores Castro estudió una licenciatura en derecho y la maestría en letras modernas en la Universidad Nacional Autónoma de México; estilística e historia del arte en la Universidad Complutense de Madrid; lingüística y literatura en la ANUIES y radio en el Instituto Latinoamericano de Comunicación.

La poeta, narradora, ensayista y crítica literaria es una de las primeras mujeres que hicieron dos carreras universitarias juntas: Literatura y Derecho. Ha sido profesora en las escuelas de Bellas Artes de Veracruz, Cuernavaca, Estado de México, en la Universidad Iberoamericana y la Escuela de Periodismo Carlos Septién García; fundadora de Radio Universidad (UNAM)y productora de programas radiofónicos; jefa de redacción de Barcos de Papel; miembro del consejo de redacción de Suma Bibliográfica. Colaboradora de Barcos de Papel, Fuensanta, La Palabra y El Hombre, Nivel, Poesía de América, Suma Bibliográfica, y Revista de la UIA.

Dolores Castro formó parte del grupo “Ocho Poetas Mexicanos”. Se les llamó así por la antología que reunió su obra publicada por Alfonso Méndez Plancarte. El grupo estuvo integrado por Alejandro Avilés, quien entrevistó a todos para El Universal, Roberto Cabral del Hoyo, Javier Peñalosa, Honorato Ignacio Margaloni, Efrén Hernández, Octavio Novaro y Rosario Castellanos.

Entre sus reconocimientos se encuentran el Premio Nacional Sor Juana Inés de la Cruz, Premio Nacional de Poesía de Mazatlán 1980, Premio III Nezahualcóyotl (junto con José Emilio Pacheco), 2004. En 2008, el Instituto Nacional de Bellas Artes le rindió un homenaje a su trayectoria literaria, sus aportaciones a las letras mexicanas y por sus 85 años de vida; también el Premio Iberoamericano de Poesía Ramón López Velarde 2013, y Premio Nacional de Ciencias y Artes en Lingüística y Literatura 2014.

Ha publicado, en novela: La ciudad y el viento, UV, 1962. En poesía: El corazón transfigurado, América/SEP, 1949; Dos nocturnos, Los Epígrafes, 1952; Siete poemas, Los Epígrafes núm. 12, 1952; Ocho poetas mexicanos (colectivo), Bajo el Signo de Ábside, 1955; La tierra está sonando, Imprenta Universitaria, 1959; Cantares de vela, Jusem>, Voces Nuevas, 1960; Soles, Jus, Poesía, núm. 9, 1977; ¿Qué es lo vivido?(Antología 1959–1980), UAEM/IMC, 1989; Obras completas, ICA, 1991; No es el amor el vuelo (antología), CONACULTA, Lecturas Mexicanas, Tercera Serie, 1992; Obras completas, ICA, Contemporáneos, 1996; Tornasol, UAM, Margen de Poesía, núm. 60, 1997; La dimensión en el tiempo (colectivo), Castillo, Nuevo León, 1998; Sonar en el silencio, ISSSTE, ¿Ya LeÍSSSTE?, 2000; Oleajes, IMC, El corazón y los confines, 2003; Dolores Castro, Anthologie Poetique, Índigo, París, 2003; ¿Qué es lo vivido? Obra Poética Dolores Castro, Del Lirio, BUAP/UAZ, 2003; Cosecharán tempestades, Taller de Poesía de Dolores Castro, 2004; Íntimos huéspedes, ICA, 2004; La vida perdurable. Antología Poética (selección de Francis Mestries), Praxis, 2007; Rumiantes (antología), Albatros/Malvario/Colectivo Poético Cardo, Buenos Aires, 2007; la antología A mitad de un suspiro, UAA/ Casa Juan Pablos, 2009 y Río Memorioso. Obra reunida, 2009, editado por la Universidad Autónoma de Aguascalientes.


Los desollados
(En voz de Dolores Castro)
Algo le duele al aire

Algo le duele al aire,
del aroma al hedor.

Algo le duele
cuando arrastra, alborota
del herido la carne,
la sangre derramada,
el polvo vuelto al polvo
de los huesos.

Cómo sopla y aúlla,
como que canta
pero algo le duele.

Algo le duele al aire
entre las altas frondas
de los árboles altos.

Cuando doliente aún
entra por las rendijas
de mi ventana,
de cuanto él se duele
algo me duele a mí,
algo me duele.

Intelectuales S. A.
(En voz de Dolores Castro)

Mientras tú trabajas

yo pienso por ti

y si tú sufres

yo sufro por ti

y si tú no comes

yo ya comí

y si te matan

yo no morí

Siete poemas
(Fragmentos)

SIETE


1


Salgo de aquel espacio
grávido de sonido, de luz y de sentido,
pero nada recuerdo:
era en la antigua noche de los siglos.
Algo traigo en la piel
-que no pudo lavarme toda el agua
cuando cayó en el barro de mi cuerpo-
y apagará mi sangre lentamente.
Pasarán los ríos,
callarán algún día para siempre.
Nuevos caminos abrirán nuevos caminos,
y todas nuestras vidas,
unidas en un solo luminoso haz,
irán por el camino de único sentido.
Ahí recordaré la exacta fórmula de mi estructura
y sabré de las arcas donde vibran los eternos sonidos
de la muerte, que ya nunca perseguirá mis noches.
De la vida, hilo temporal de mis recuerdos.
Cerraré los ojos y aún correré por las suaves praderas,
me cercarán a veces olores de manzana.
En medio de la paz de este silencio,
contrastarán más bellas las luchas que ahora palpo.



2


Amo, vida, la fuerza cotidiana
en tu raigambre, fruto de ceniza,
y la sed desprendida de la lucha
que has vencido,
al vibrar como fuego en un instante.
Te amaré como agujas de mis huesos
cuando rompan
esta dulce prisión de fuego y carne
y te amaré en la mano que retuvo
la ceniza caliente de otra sangre,
y en lo que fue constante afirmación
de nuestra estancia.
Amo la estancia que será ceniza
pero ocupó su ritmo en el espacio
y acarició la tierra con su paso.
Amo el paso en la tierra:
vértigo que amanece en cada nueva
sensación de tu presencia.
Con los ojos abiertos a tus ansias,
con las venas abiertas a tu savia
que resbale en la hiedra derretida,
te cantaré en el polvo
desde el olvido de mi antigua forma:
en la última fibra de los tallos
en la altura de un árbol, construida
por dolorosa herida de sus vetas.



3


Volverá el polvo al polvo,
caerán desmenuzados los cabellos
como último baluarte de mi cuerpo.
Te esperaré a la orilla,
en los maderos rotos de mi cuerpo.
Al tomarte la mano, pobre muerte,
tan antigua, tan niña,
palpitará en tu sangre
la madura inquietud de cada día.
Romperás secos lazos
recostada en la hierba de tu sueño,
te embriagarás en angustioso canto
de la noche primera.
Te llegará en latidos de mis ansias,
la frescura del agua tan lejana
la voz, y el sonido
de la vida que evita tu llamada.
Y morirás de amor,
del mismo amor que apagará la hierba.
Y morirás de viento y de tristeza,
cuando fría mi sangre
no transmita a tu cuerpo,
el calor que robamos a la fragua.
Y cuando de nosotros
no quede ya en la tierra
más huella que la ardiente de tu estancia,
volveremos al polvo
que al cubrir este canto
lo perderá en la noche de su huella.

Infancia
(En voz de Dolores Castro)

 

El fulgor en el baño del zenzontle,

un sacudir de gotas irisadas

entre las pardas plumas

eso dura la infancia.

 

Después, queda la jaula,

después las cuatrocientas

voces del alma

por los cuatro horizontes separadas.

El incienso azulea, se levanta,

y se acercan las sombras

y se agrandan.

La tierra está sonando
(Fragmento, Imprenta Universitaria, 1959)

Sonora cuerda del dolor.
única elocuencia del cuerpo.

Tiémplame la razón
con tu sonido entero.

Van mis pies con el mundo
girando en su girar
sordo y violento.

Mis manos tocan aire
por asidero

Y sólo tu sonar
en mi silencio.


Largo y frío es el sueño de la piedra.
Nada guardó del esplendor del fuego
su gris naturaleza.

Cómo me espanta lo que se apaga y queda.

Al rojo vivo, quieta,
Bajo la noche de mis sentidos
prisionera,
sólo pido calor.

Cómo me espanta
lo que se apaga y se queda.


Bajo certero golpe se desprende
el fruto del verano.

La madurez abre su pulpa
y desata en su entraña el llanto.

Tan sólo el hueso queda inconmovible
en su abismo cerrado.


Sobre el plumaje gris
una gota de sangre delata
que hay una herida abierta.

Bajo el ala que tiembla
esconde su terror la cabeza.

Entre el ir y venir de las respiraciones
sólo un coágulo grande de pena.

La vieron ya,
los picos se adelantan.
a uno y otro lado las cabezas.
Y como de puntillas,
se lanzan.

Qué furia desatada
contra tal impotencia.

Junto con ella despedazarían
la propia muerte
si pudieran.


Para querer moverse ya es muy tarde.

En el rumor de mi frente
hay uno solo pasaje.

Por si quisiera hablar,
el día encima
y la noche encima
se me han venido,
para que calle.

Soles
(Fragmento, Editorial Jus, Poesía, núm. 9, 1977)
I

Desde el seno amoroso, las tinieblas
hasta la hiriente luz,
humilla la cabeza el armadillo
mientras sus pies miden la tierra,
ese lugar
“que sirve de camino a los pies”.

Cuando apenas los ojos
se soportan en luz,
se anegan
bajo la enagua azul de cielo y agua,
bajo la cauda
de lo que pasa.

Los grandes animales
de arquitecturas óseas
como enormes arcas
cubiertas de rugosas cortezas
remojadas.

Los hocicos
hasta el filo del agua;
las últimas miradas de los ojos
hundidas en último
anhelo de volar.

Los gigantes ahogados
así como los pequeños animales
bajo la enagua azul,
bajo la cauda.


II

No es el amor el vuelo.

Es lo que va despacio
elevándose apenas, flotando como espuma
adherida, adherida.

Es lo que arrastra el agua sin ahogarlo.

La rama verde de cualquier diluvio,
lo que guarda humedad de los diluvios
porque se hundió y flotó.

Es lo que no se ahoga entre lo ahogado.

Soplo de aire
que hiende las aguas
y enseña la primera
corteza de la tierra.

Es lo que lleva esa mujer, flotando,
cuando encuentra a ese hombre, flotando,
para quedar, pie firme,
hasta donde las aguas, el pedernal del viento,
el oriente o el norte,
ya no han de separarlos.

Es lo que abriga en las cuevas del hielo;
lo que les nace en hijos
que se distinguen de los monos ágiles
porque saben que temen
y no saben que aman.

Lo que les nace en hijos
que se distinguen de los pájaros
porque saben que vuelan
y no saben volar,
son las flores que brotan
adheridas espumas de la tierra.

Es la carrera de los conejos,
relámpago entre la hierba,
latido ahogado
en las profundidades
de las cuevas.

No es el amor el vuelo.

Es lo que va despacio
de oriente agua a norte viento
y fuego, y tierra,
y flor.

Es el estrecho abrazo
bajo la misma manta
que produce los días.

Abraso sol y tierra,
y las manos que se abren.

Es tierra, vida, madre:
son los vientres
en donde asoma el rostro de la muerte
y pasa
como ceniza leve
que flota en el agua.

Ceniza que remueve el viento,
que corona al fuego,
que calienta
en el manto de la tierra.